Que miles de personas mueran de hambre África u otros lugares, que un tsunami destruya y mate a cientos, o que un atentado terrorista cause sufrimiento y muerte a muchos hermanos nuestros, la mayor parte de esta sociedad continua adelante porque está a distancia, y no corresponde al círculo en que se desenvuelve. Hoy eso termino, el corona virus nos afecta a todos, independiente de fronteras, credos, capas sociales, etc. El mundo se ha detenido, en silencio, apareciendo lo invisible de nuestra sociedad, hermanos ancianos y niños abandonados, familias viviendo hacinadas y sin saber si tendrán el pan diario. Sin embargo, todos hemos nacido para ser personas benditas, dignas de respeto, sean pobres o ricos, lo cual, escandalosamente se nos olvida. Es hora que nos ocupemos primero de las necesidades materiales para sobrevivir y luego examinar implicancias más profundas para seguridad nuestra, como el discernimiento espiritual, que requiere tomar una distancia contemplativa de nuestras altivas emociones y prejuicios.
Dios es la fuente de energía, actuando por medio de quienes intervienen solidariamente y se sacrifican por sus hermanos, incluyendo a los que carecen de una motivación religiosa para hacerlo. Dios es amor con humildad y discreción. Que en este tiempo de pandemia podamos compartir con nuestros hermanos, entrar en su corazón y abrir el nuestro para una comunicación esencial para la realización trascendente de liberarnos de la esclavitud de lo inmediato, ordinario y superficial, en lo meramente material.
Hoy las autoridades gubernamentales y de salud nos indican hacer distanciamiento social y a confinarnos en nuestros hogares; Que este confinamiento no nos encierre y no nos imposibilite a ver la necesidad del otro, que el amor de Dios nos facilite abrir nuestro corazón al amor al prójimo y dar una mano a quien lo requiere hoy.
Fuente: Educador y Agente Pastoral LAVD