Por mi forma se ser, rigurosa y respetuosa de las normas, desde que se decretó la cuarentena creo que he salido 2 o 3 veces, solo lo estrictamente necesario. No se me ha hecho difícil ya que soy bien ermitaña. Este tiempo creo que es un regalo de Dios para poder sacar el pie del acelerador de la vida y poner más atención en las personas que forman parte de ésta: mis hijos, esposo, madre, hermanas, amigos…. Han pasado cosas que me han dado mucha angustia y pena; el fallecimiento, después de una larga enfermedad, de mi suegra. Una mujer muy importante y presente en mi vida, la cual nunca olvidaré. También un miembro de mi familia estaba pasando por un proceso que necesitaba de toda nuestra atención, atención que pudimos darle gracias a este tiempo que Dios nos regaló.
Lo tenía a mi lado todo el día y en todo momento. Gracias señor por hacerme sentir que soy la hija más amada. Ha habido momentos de angustia, en donde he necesitado un abrazo de mi madre o amigas. Lamentablemente no se ha podido por la cuarentena. Pero hay alguien que siempre está a mi lado, el mejor amigo que uno puede tener; aquel que te escucha, no te juzga y siempre te guía por el mejor camino. Solo hay que saber escuchar. Gracias Señor por estar siempre a mi lado.
En este tiempo también he aprovecha de alimentar el espíritu. Terminé un curso bíblico que producto de la cuarentena no se pudo terminar en forma presencial, así que se hizo en línea. Realicé un curso de evangelización muy interesante, donde vimos todas las partes de la misa de forma muy detallada. Rezo del Santo Rosario todos los días y he tratado de participar de las misas diarias en línea. Lo que más he extrañado es no poder recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús en forma presencial. Ya han pasado casi tres meses de la última vez, pero sé que Jesús está conmigo siempre. Además, he aprovechado de tejer, costurear, cocinar, regalonear a los niños y a mi esposo. De aprovechar cada momento para estar juntos, conversar, compartir. De hacer nuevas cosas y terminar aquellas que estaban pendiente. A través de las redes sociales, he podido ver y conversar con todos mis seres queridos y gracias a Dios todos están muy bien.
Espero que, al terminar este periodo, seamos mejores personas, más agradecidos, más conscientes de lo que tenemos y de lo que nos falta, más humilde y generoso. Esto nos tocó a todos por igual, no distinguió ni clase social ni creencias religiosas. Así nos ve Dios, a todos por igual. Todos somos sus hijos amados.